Se ocupaba en aquellas provincias en la conversión de los naturales. Andaba los caminos a pie y descalzo. En su cuerpo no traía más abrigo que el hábito sobre las carnes; el rostro muy macilento, y en los puros huesos de la continua penitencia que hacía: el sustento era de algunas hierbas y cosas y de poca sustancia. Confesaba a todo género de gentes con gran caridad: hablaba tiernamente a los afligidos y necesitados, compadecíase de ellos y condolíase de sus trabajos; y como si él mismo los pasara, así los sentía. Regalaba a los pobres y a los enfermos, repartíales algunas cosas de comida y visitábalos a menudo.
-Tomado de: “El apóstol de América: San Francisco Solano”. L. Plandolit. Diputación Provincial de Córdoba, 2010.
-Imagen: Monumento de San Francisco Solano en Montilla, España. Cortesía de J. Palma Varo.